EL PROBLEMA CARLISTA
Dos días después de la muerte de Fernando VII, Don Carlos pidió desde Portugal su derecho al trono en el manifiesto de Abrantes. Fue proclamado rey en diversas ciudades y surgieron partidas carlistas por todo el país. El programa político carlista se resume en su lema: “Dios, patria, fueros y rey”. Defendía el Absolutismo y los privilegios estamentales, los intereses eclesiásticos y el mantenimiento de los fueros vascos y navarros, (amenazados por los políticos centralistas liberales). El carlismo encontró apoyos entre los pequeños nobles rurales que querían mantener sus privilegios fiscales, en parte del bajo clero (temían la abolición del diezmo y nuevas desamortizaciones), entre los oficiales más conservadores del ejército y entre los campesinos con propiedades. El carlismo encontró mas apoyos en Navarra, las tres provincias vascas, el norte del Ebro y el Maestrazgo. El bando “Cristino o Isabelino” se agrupó entorno a la regente María Cristina y su hija y futura reina Isabel. Recibió el apoyo de los absolutistas más moderados, liberales, de la mayor parte de los generales del ejército, funcionarios, burguesía de negocios, de los campesinos del sur sin propiedades y de las clases medias. Portugueses, franceses y británicos ayudaron al bando isabelino diplomática y materialmente.
La primera Guerra Carlista se desarrolló en tres etapas.
-1ªEtapa (1833-1835): el ejército carlista del norte con tácticas guerrilleras controló grandes espacios rurales en Navarra y País Vasco pero no llegó a ocupar una gran ciudad, pues el general carlista Tomas Zumalacárregui murió en el intento de tomar Bilbao.
–2ªEtapa (1835-1838): Destacaron las expediciones del general Cabrera y sin duda la acción más espectacular de esta segunda fase fue la Expedición Real, encabezada por Carlos María Isidro (llamado Carlos V por sus seguidores). Su objetivo era imponer un pacto a María Cristina en un momento en que esta era vulnerable tras la sublevación de La Granja. Las tropas carlistas llegaron a las puertas de Madrid en septiembre de 1837, pero el ejército isabelino, al mando de Espartero, obligó a los carlistas a retirarse. Este acontecimiento marcó un punto de inflexión en la guerra.
-3ªEtapa (1838-1840): Dentro del carlismo surgió una división entre los más conservadores (apostólicos, como el obispo de León) y los menos radicales, el general Maroto, partidarios de negociar. Triunfó esta última postura, lo que permitió la firma del Convenio de Vergara (29 de agosto de 1839) entre los generales Espartero, del ejército isabelino, y Maroto, del carlista. Los carlistas reconocían la derrota, pero conservaban sus grados militares en el ejército de Isabel II, además, el gobierno se comprometía a tratar en las Cortes el tema de los fueros en el País Vasco y en Navarra . El convenio no fue aceptado por don Carlos, que cruzó la frontera con Francia (septiembre de 1839).

LA REGENCIA DE MARÍA CRISTINA (1833-1840)
María Cristina nombró un primer gobierno presidido por Cea Bermúdez, su ministro de fomento Javier de Burgos dividió en 1833 el país en 49 provincias. La reina era una liberal no convencida pero necesitaba contar con los liberales para gobernar y acabar la guerra, siempre se apoyó en los moderados. En enero de 1834 la reina formó un nuevo gobierno con Martínez de la Rosa (liberal moderado). De su gobierno destacó el Estatuto Real de 1834 que no era una Constitución, sino una carta otorgada que modificaba las Cortes que pasaron a ser bicamerales. La Cámara Alta (Próceres) compuesta por las élites sociales y la cámara baja (Procuradores) formada por diputados elegidos por sufragio restringido indirecto. Los procuradores debían tener más de 30 años y 12000 reales de renta anual. Las Cortes carecían de iniciativa legislativa y el estatuto no colmó los deseos de los liberales más radicales. Los liberales españoles se dividieron en dos tendencias, los liberales moderados y los liberales progresistas los liberales moderados eran defensores de una autoridad fuerte pero no absolutista, se oponían a la democracia y el sufragio universal, defendían el gobierno de los mejores, de los más inteligentes cualidad que ellos identificaban con la riqueza. Los liberales progresistas rechazan el sufragio universal y la democracia pero querían ampliar el derecho de sufragio a las clases medias y defendían reformas rápidas y profundas. Desde 1849 el grupo de este partido se separa formando el partido demócrata que defendía el sufragio universal.
En septiembre de 1835 llegó al poder Juan Álvarez Mendizábal que adoptó una serie de reformas de las que destacaron la desamortización de los bienes del clero regular que fueron subastados en público, decreto de marzo de 1836, convertido en ley en julio de 1837: se cerraron 1.000 conventos y se exclaustraron 30.000 religiosos. Mendizábal pretendía conseguir ingresos para reducir la deuda del Estado y crear una clase de propietarios defensores del liberalismo. Los resultados no fueron los esperados lo que provocó que María Cristina intentara dar el gobierno a los moderados, lo que fue contestado con una insurrección progresista en agosto de 1836: El Motín de los Sargentos de la Granja. La reina se vio obligada a entregar el gobierno a José María Calatrava (progresista) y a reestablecer la Constitución de 1812. Este gobierno suprimió el diezmo por un impuesto de culto y clero y restableció la ley Municipal del Trienio que permitía la elección popular de los alcaldes. En los meses de septiembre y octubre de 1836 se celebraron elecciones para diputados a las Cortes Constituyentes. Las Cortes elaboraron la Constitución de 1837 que pretendía contentar por igual a progresistas y moderados. Establecía la soberanía compartida entre las Cortes y el rey, el rey mantenía la iniciativa legislativa, tenía derecho de veto ilimitado y designaba senadores. Las Cortes eran bicamerales (Congreso y Senado) y el texto reconocía derechos individuales, la libertad religiosa y de imprenta. La Constitución se completó con una ley electoral municipal que establecía el voto directo y el sufragio censitario masculino a los mayores de 25 años con ciertas rentas, sólo el 2% de la población. Esta ley permitió a los moderados ganar las elecciones durante tres años desde 1837. En 1840 los moderados intentaron modificar la ley municipal que establecía el voto popular para la elección de los alcaldes. El apoyo y firma de la ley por la regente provocó la oposición de los progresistas que tenían el apoyo del general Espartero que dimitió como jefe de gobierno aunque la regente no la aceptó . Los progresistas encabezaron un pronunciamiento con el respaldo del ejército en septiembre de 1840, la regente abdicó y comenzó la regencia de Espartero.

LA REGENCIA DE ESPARTERO (1840-1843)
Espartero convoca elecciones que dan un clamoroso triunfo a los progresistas, facilitado por el retraimiento de los moderados, que no se presentan a las elecciones para manifestar así su oposición a la forma de acceso al poder de los progresistas. Espartero gobernó con los progresistas y se enfrentó a varios problemas que dificultaron su labor de gobierno:
-Los moderados optaron por el pronunciamiento como forma de llegar al poder con la ayuda de militares como Narváez, O´Donnell o Diego de León.
-La división entre los partidos progresistas existía porque Espartero intentaba gobernar de forma dictatorial al margen de las Cortes y se apoyaba en una camarilla de militares fieles llamados «los ayacuchos», que habían combatido con el en la guerra de independencia de las colonias americanas.
-La noticia de que el gobierno preparaba un tratado de comercio librecambista con Gran Bretaña que dañaba los intereses de Cataluña y su industria textil, provocó en 1842 el estallido de una revuelta en Barcelona y el general Espartero bombardeó la ciudad, la represión fue durísima. En mayo de 1843 se inició un pronunciamiento encabezado por los progresistas y moderados unidos contra Espartero. El general moderado Narváez y los generales progresistas Prim y Serrano encabezaron el pronunciamiento que finalmente triunfó.
Espartero abandonó el país y el gobierno provisional decidió que no hubiera una nueva regencia y prefirió anticipar la mayoría de edad de Isabel II que solo tenía 13 años.