A lo largo del siglo XIX y el primer tercio del XX la población española presentó las siguientes características:
• Crecimiento moderado de la población, más lento si lo comparamos con otros países del entorno. La causa de este escaso crecimiento —al menos en el siglo XIX— se debió a la persistencia del régimen demográfico antiguo: hasta 1870 continuaron incidiendo de forma significativa las hambres, las epidemias y las guerras.
• Importancia de los movimientos migratorios. Entre 1830 y 1900 abandonaron el país 1,4 millones de españoles.
• Crecimiento de las ciudades por la llegada de población procedente de zonas rurales, por la falta de oportunidades del mundo rural.
• La distribución espacial de la población muestra una tendencia al crecimiento de las zonas litorales e industriales (Cataluña y País Vasco) y menor las regiones interiores y agrarias.
LA NUEVA SOCIEDAD DE CLASES
Durante el Antiguo Régimen la sociedad había sido estamental, caracterizada por la desigualdad, el privilegio y la existencia de grupos cerrados o estamentos. En esta época disminuyó el número de nobles, debido a la limitación de los privilegios, y las clases medias se incrementaron. El siglo XIX es considerado como el siglo de la burguesía, pues en él se produjo el ascenso al poder político de esta clase social. A pesar de todos los cambios la sociedad española siguió siendo extremadamente desigual y predominantemente rural, con un gran peso de los valores y las jerarquías tradicionales.
·La nobleza. La nobleza perdió su influencia pero supo adaptarse a las nuevas circunstancias. Intentó conservar su preeminencia mediante enlaces matrimoniales con las familias más ricas y aliándose con los empresarios de las firmas más solventes. Desde el punto de vista económico, la aristocracia no se involucró generalmente en las actividades industriales, mineras o ferroviarias de la época.
·El clero. La Iglesia perdió la mayor parte de sus bienes a causa de las desamortizaciones, y las órdenes religiosas fueron reducidas drásticamente. El clero fue desposeído de su principal fuente de financiación, el diezmo, pasando desde entonces a depender de las partidas presupuestarias estatales de culto.
·La burguesía. Fue la gran protagonista del siglo XIX. Su importancia fue fruto de la revolución liberal, ya que el nuevo poder político, al derogar privilegios, permitió legalmente la movilidad social y, con las desamortizaciones, le ofreció la posibilidad de conseguir numerosos bienes. La alta burguesía estaba constituida por la burguesía industrial, financiera, altos cargos militares o de la Administración. Muchos de ellos buscaban el ennoblecimiento y la equiparación social con la antigua aristocracia. La burguesía media era un sector poco numeroso constituido por comerciantes, dueños de talleres, mandos intermedios del ejército, empleados públicos, abogados, médicos… que ocuparon la cúspide social de las ciudades. La pequeña burguesía compuesta de funcionarios, propietarios del pequeño comercio o talleres quedan excluidos, en ocasiones, del sufragio censitario.
·Las gentes del campo. A principios del siglo XX el sector primario suponía aún casi la mitad del producto interior bruto y ocupaba al 70 por ciento de la población activa. Dentro del campo existían importantes diferencias. Existía un grupo minoritario de grandes propietarios agrícolas, después estaban los pequeños y medios propietarios (clase media rural); los arrendatarios y aparceros, una clase media baja en situación de precariedad; y por último los jornaleros, muy abundantes en la mitad sur de la Península y en Andalucía occidental. Trabajaban en grandes latifundios con bajos salarios. Esta situación generó enormes tensiones sociales.
·Los trabajadores de la ciudad. Los cambios en la ciudad fueron más trascendentes que en el campo. En las ciudades existía una gran diversidad de trabajadores destacando el proletariado industrial, que se fue constituyendo muy lentamente a lo largo del siglo XIX, en consonancia con el desarrollo industrial, y que experimentó un acusado crecimiento entre 1914-1918, los obreros fabriles, muy numerosos en Cataluña y País Vasco.

EL ORIGEN DEL MOVIMIENTO OBRERO
La mayor parte de la clase obrera mantuvo una actitud pasiva durante buena parte del siglo XIX. A pesar de las duras condiciones de vida y de trabajo, no fue hasta 1868 cuando surgió una toma de conciencia que dio inicio al movimiento organizado de las clases trabajadoras. Hasta 1868, se desarrolló en pocas zonas y tuvo escasa repercusión, en gran medida por la reducida industrialización del país. A partir de ese año, se reconoció la libertad de asociación y penetró en España la influencia de la Primera Internacional. En este período se inició la agitación social bajo la doble influencia ideológica del anarquismo y del socialismo.
Las condiciones de trabajo eran muy duras. Jornadas laborales que iban desde las 24 horas seguidas («turrullada»), como pasaba en Altos Hornos de Vizcaya, hasta una media de 12 a 14 horas. La jornada de ocho horas, aunque demandada desde la década de los ochenta, no fue realidad hasta 1919.
La lucha contra el maquinismo fue también la causa de la primera huelga de la historia de España en el verano de 1854, al oponerse los obreros a la introducción de los nuevos telares mecánicos, o la de las cigarreras de La Coruña en 1857, que destruyeron las máquinas de hacer cigarrillos.
En 1840 se constituyó en Barcelona la Asociación Mutua de Obreros de la Industria Algodonera, con orientación mutualista y benéfica. Pedían el derecho de asociación, que no fue reconocido hasta 1869, y mejoras salariales y de las condiciones de trabajo.

LA INTRODUCCIÓN DEL INTERNACIONALISMO EN ESPAÑA
El movimiento obrero español se inclinó a partir de 1868 hacia el anarquismo de tendencia bakuninista y la influencia de la Primera Internacional o Asociación Internacional de Trabajadores (AIT) en España. El inicio de esta influencia se dio poco después de la revolución de septiembre, cuando el italiano Giuseppe Fanelli y otros activistas llevaron a cabo una visita de propaganda por Cataluña y Valencia. El primer congreso obrero español tuvo lugar en Barcelona en junio de 1870, donde se constituyó la Federación Regional Española (FRE) dentro de la AIT, de tendencia bakuninista. La prensa anarquista tuvo un gran auge: La Federación (1869-1974), La Solidaridad (1870-1871), La Emancipación (1871-1873) o El Condenado (1872-1873). La división interna de la AIT entre marxistas y anarquistas inclinó a los sindicalistas españoles a la segunda opción.
Desde el comienzo de la Restauración toda asociación de trabajadores era delictiva, aun así asistimos al nacimiento del Partido Socialista Obrero Español (PSOE), fundado en 1879 por Pablo Iglesias. De la misma manera, la Unión General de Trabajadores (UGT), una organización sindical de orientación socialista, se creó en 1888, gracias a la libertad sindical que permitió la Ley de Asociaciones del año anterior La tercera vía para encauzar las demandas obreras fue la del sindicalismo católico. La encíclica del papa León XIII, Rerum Novarum (1891), inauguró la «doctrina social de la Iglesia» para hacer frente al avance de las doctrinas revolucionarias y ateas del socialismo y el anarquismo. El sindicalismo católico partía de la desigualdad social como hecho incontestable que no se podía eliminar. Pretendían paliar los efectos del paro, las huelgas o las duras condiciones de trabajadores.
Preguntas frecuentes para practicar
La sociedad española en el siglo XIX presentó un crecimiento demográfico moderado debido a la persistencia del régimen demográfico antiguo hasta 1870, con el impacto de hambres, epidemias y guerras. Se produjo un importante movimiento migratorio, con 1,4 millones de personas emigrando entre 1830 y 1900. Hubo un crecimiento urbano debido a la llegada de población rural en busca de oportunidades. La población se concentró en las zonas litorales e industriales, como Cataluña y el País Vasco, mientras que las regiones interiores y agrarias tuvieron un menor crecimiento.
La sociedad española pasó de ser estamental a una sociedad de clases. Aunque la nobleza perdió influencia, se mantuvo mediante matrimonios con familias ricas. La burguesía se convirtió en la clase dominante gracias a la revolución liberal y las desamortizaciones, logrando ascender en el poder político y económico. El clero perdió bienes y privilegios debido a las desamortizaciones. La mayor parte de la población seguía en el sector agrario, con grandes diferencias entre propietarios, arrendatarios y jornaleros. En las ciudades, el proletariado industrial creció lentamente a lo largo del siglo XIX.
La sociedad estaba dividida en distintos grupos:
·Nobleza: Perdió poder pero se mantuvo aliándose con la alta burguesía.
·Clero: Sufrió la pérdida de propiedades y pasó a depender del Estado.
·Burguesía: Se dividía en alta, media y pequeña. La alta burguesía incluía empresarios e inversores que buscaban ennoblecerse. La media y pequeña burguesía se componía de comerciantes, funcionarios y pequeños propietarios.
·Gente del campo: Representaba la mayoría de la población activa, con una minoría de grandes propietarios, pequeños y medianos propietarios, arrendatarios y jornaleros.
·Trabajadores urbanos: Destacaba el proletariado industrial, con mayor presencia en Cataluña y el País Vasco.
Eran muy desiguales. La burguesía logró ascender y adquirir poder, mientras que la nobleza y el clero perdieron privilegios. En el campo, la mayoría de la población era trabajadora, con jornaleros en condiciones precarias. En las ciudades, el proletariado industrial fue creciendo lentamente.
El movimiento obrero en España surgió en 1868, cuando se permitió la libertad de asociación y penetraron las ideas de la Primera Internacional. Antes de esta fecha, los trabajadores mantuvieron una actitud pasiva y las protestas fueron escasas debido a la reducida industrialización.
Consiste en la organización de los trabajadores para defender sus derechos y mejorar sus condiciones laborales. En España, se inició con la influencia de la Primera Internacional en 1868, destacando las ideologías del anarquismo y el socialismo. Su lucha incluyó la reducción de la jornada laboral, mejores salarios y el reconocimiento del derecho de asociación.
El movimiento obrero español estuvo influenciado principalmente por el anarquismo bakuninista y el socialismo marxista.
En Barcelona, con la creación en 1840 de la Asociación Mutua de Obreros de la Industria Algodonera, de orientación mutualista y benéfica.
El origen se encuentra en las duras condiciones de vida y trabajo de los obreros, que llevaron a las primeras huelgas en la década de 1850. La primera huelga importante ocurrió en 1854 contra la introducción de máquinas en la industria textil. En 1868, con la libertad de asociación, comenzó la organización formal del movimiento obrero.
Fue la influencia de la Primera Internacional (AIT) en el movimiento obrero español, especialmente a partir de 1868. Los sindicalistas españoles se inclinaron hacia el anarquismo bakuninista. En 1870 se creó la Federación Regional Española (FRE), y la prensa anarquista tuvo gran auge. Con la Restauración, la actividad obrera fue reprimida, pero surgieron organizaciones como el PSOE (1879) y la UGT (1888). También apareció el sindicalismo católico con la encíclica Rerum Novarum (1891), que promovía la ayuda a los trabajadores sin cuestionar la desigualdad social.